Perú y Chabuca Granda
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Leonidas Irarrázaval
Perú está de moda en el mundo y en Chile. Sus paisajes tan diversos y hermosos, sus espléndidas ruinas incaicas y su exquisita comida hacen que ese país se haya transformado en uno de los destinos favoritos de capitales y turistas chilenos.
A comienzos de los años 60 llegué a trabajar a Lima. Fue mi iniciación diplomática y en esos primeros cinco años nacieron mis tres hijas. En ese entonces, Chabuca Granda hacía furor con su “Flor de la Canela”, “Fina Estampa”, “Señor Manuel”, etc. Era joven, bonita, rubia y con ojos de un azul intenso. Pero sobre todas sus cualidades artísticas y humanas era extraordinariamente simpática y gentil. Nunca dejaba de asistir a una invitación chilena. Siempre llegaba con su guitarra, porque si no lo hacía, alguien tenía que ir a buscarla a su casa. Chabuca Granda tenía una voz pequeña y el cigarrillo la hacía oírse ronca. “Como una gata”, decía ella. Era verdad, pero junto con iniciar su canto el auditor se trasladaba al viejo puente de la Alameda Limeña, al caballo de paso de un Caballero de Fina Estampa, etc.
La música la componía ella, como también muchas de las letras. Otros de los versos eran del entonces canciller Raúl Porras Arrenechea y otros grandes historiadores y poetas como Ricardo Palma. Escuchar y ver a Chabuca Granda en esos largos fines de fiesta era inolvidable.
Chabuca vino a Chile varias veces. Generalmente a cantar ante públicos reducidos que la aclamaban o a visitar a sus amigos entre los cuales teníamos el honor de contarnos. Siempre fue recibida como una reina, con gran cariño.
Un día le pregunté derechamente lo siguiente: ¿por qué vienes a todas las reuniones de los chilenos y se te ve tan poco en otros lados?. Me contestó de inmediato: “Aquí dicen que soy un orgullo de Perú por mis canciones”. ¡No creo tanto! Pero lo que sé es que si no fuera por el modesto pago que me hace LAN Chile como relacionadora pública, no podría mantener a mis hijos. Esta es una historia verídica que se repite tanto en Chile como en el extranjero con tantos artistas famosos.
La única petición de Chabuca era que al finalizar sus canciones la dejaran entonar “Mi Nave Cautiva”. Se refería al Huáscar, anclado en Talcahuano desde que fuera convertido en un museo chileno-peruano a la gloria de Prat y de Grau. Después de los aplausos siempre recibía la misma respuesta de quienes la escuchábamos: ¡te lo devolvería al tiro, pero tenemos primero que convencer a varios millones de chilenos!
Perú seguirá de moda porque se lo merece. Cada día más en Chile, hasta el famoso veredicto de la Corte Internacional de Justicia de La Haya. Ojalá que recuerdos como éste endulcen esta larga espera.